1 de julio de 2010

Te lo di todo, lo hice todo por ti. Di la cara cuando otros te criticaban y respondí en tu nombre. Te amé como nadie llegó a hacerlo. La gente me decía que te dejara por que creían que eras arrogante, superficial y ególatra. Pero no, para mí eras la perfección personificada.Tu rostro era joven, inocente y pícaro a la vez. Tu pelo era brillante. Tu cuerpo era perfecto, esbelto, ligero y delicado.Tu voz, un dulce susurro.Y lo que más he querido nunca de ti, lo que me hace sentir un electrizante escalofrío por la espalda, tus ojos. Verdes con tonos marrones, mágicos, hermosos, tuyos. Cuando los vi por primera vez sentí que tenían que ser míos.Pero a mí no me hubiera importado tu aspecto con esa personalidad: cariñoso, fiel, educado, inteligente y sobre todo, como todo tu ser, dulce. Siempre estuve a tu vera aguardando el momento en que me dijeras esas palabras que tanto deseaba al oído y me hicieras todo lo feliz que podría llegar a ser. Sólo te pedí una cosa: que estuvieras conmigo.

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