Nos buscamos tantas veces, en secreto, ocultándonos de nosotros mismos, de nuestros sentimientos… Hasta que nos encontramos en un callejón sin salida, en una trampa del destino, sin escape. Tú y yo coincidimos en el mismo espacio, en la misma soledad, en el mismo tiempo. Nuestros ojos se encuentran y se miran, se presienten, se desean, nuestras manos se acarician y se besan, se desnudan, mi mejilla y la nariz tuya se respiran y se acuestan, se olfatean, mi piel y tus dientes se mastican y se gustan, se babean, nuestros órganos se confunden y se acoplan, se disgregan, nuestros besos se repelen y se enervan, se apetecen, nuestros latidos se perforan y se incrustan, se acribillan, se remachan y se injertan, se atornillan, mis dedos y tu pelo se desmayan y reviven, resplandecen, mi olor y tu sueño se contemplan y se inflaman, se enloquecen. Nuestros cuerpos quedan allí, perpetuados, agotados, vinculados para siempre, consumidos, macilentos, desfallecidos, extenuados de tanto amor.
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